En estos momentos dramáticos que estamos viviendo, los argentinos debiéramos reflexionar seriamente sobre algunas cosas que nos ateñen a todos.
En especial, a nuestros descendientes:
Está naciendo una Segunda República como una marea informe que desborda aquella república nacida un 25 de mayo lejano.
Por eso queremos ser los primeros en saludarla, diciendo: "Al gran pueblo argentino, salud!"
Hay muchísimos grupos que comienzan a sentirla, hoy, en una u otra medida y quieren organizarse para la gran empresa.
Es nuestro deber darle forma a esa nueva república.
Esto es: comenzar a idear los cauces jurídicos nuevos que contendrán esas inquietudes, para que puedan tener un desarrollo ordenado.
Creemos que nuestro deber es ante todo observar objetivamente este fenómeno, que nace como consecuencia de un hartazgo generalizado respecto de todo lo que se ha manifestado hasta ahora como discurso político mentiroso e hipócrita, que no ha hecho más que esconder los oscuros apetitos de nuestros representantes y su sorda lucha de intereses, llevándonos de la democracia a la "caquistocracia", que es "el gobierno de los peores".
En definitiva, la gente quiere dejar de ser considerada de una vez por todas como "la gilada", para comenzar a participar efectivamente en el control del manejo del dinero de todos y en la gestión de la cosa pública como ciudadanos plenos legitimados por su calidad de contribuyentes, integrantes de una nación que mira hacia el futuro.
La tarea es ardua pero necesaria.
Lamentablemente, debemos darnos cuenta de una realidad que tal vez es la más dramática de todas: que la inmoralidad fomentada desde arriba ha calado hondo en todas las capas sociales y esto viene desde antiguo.
Es la propia cultura argentina la que debe revisarse, conservando lo bueno y expulsando lo malo.
Debemos verlo todo con ojos nuevos.
Debiéramos promover una profunda discusión acerca de ciertos valores culturales que se han exaltado indiscriminadamente aquí y allá y han demostrado ser negativos, como cierta filosofía cargada de desorientación y de ausencia de valores, que enseña a cantar la desesperanza, el desarraigo y la tristeza a un pueblo que debiera ser consciente de sus potencialidades y por ello, naturalmente optimista.
Básicamente, debiéramos cultivar una mirada pragmática, es decir, una forma de ver la realidad que se dirija a los problemas concretos y sólo a partir de ellos esbozar soluciones y no a la inversa.
Recordemos cómo actuó, por ejemplo, en forma dirigista Roosevelt en la depresión del año 29, en EEUU.
Llegaron a calificarlo de "socialista" cuando castigaba a los Bancos y creaba obra pública.
Él contestó con sensatez: "antes que nada, debemos poner la gente a trabajar".Publicado Originariamente en el Volumen 3 de Hogar & Consorcio.: Click para Ampliar la ImagenEsa actitud pragmática que postulamos debiera llevarnos a desprendernos de viejas ideas importadas de Europa que aquí han tenido un efecto desastroso.
Por ejemplo, las viejas ideas liberales de nuestro Derecho Penal, que ha servido en definitiva para consagrar la impunidad en todos los ámbitos, olvidándose de su principal función, que es la de moralizar a la población castigando conductas antisociales para que el correctivo sirva de ejemplo.
Otra idea negativa es la que desvincula totalmente el Derecho de la moral.
Hoy vemos a las claras sus perversas consecuencias: muchos de nuestros jueces creen que hacer justicia es simplemente aplicar en forma automática la letra de la ley.
Yo le dije un día a un magistrado: "por ese camino, pronto no van a ser Vds.
necesarios, porque una computadora puede hacer ese trabajo".
Creemos que lo primero que debe restaurarse en Argentina es, pues, la función de los jueces de hacer justicia.
Sea aplicando la ley o la jurisprudencia, pero hacer justicia, satisfaciendo una necesidad moral elemental.
Porque sin justicia como energía moral, no hay Estado ni comunidad, sino horda desordenada.
Hoy nos damos cuenta que si el Derecho no es moral, no es nada.
O peor: si el Derecho no es moral, se transforma en lo que es hoy: una maquinaria infernal para cometer delitos.
También deberíamos aprender a distinguir, de entre todos aquellos que se llaman "economistas" a los que saben generar riqueza, de los otros, que sólo saben llevar la contabilidad del Estado.
Es fundamental, porque desde hace mucho tiempo el Ministerio de Economía es manejado por banqueros y no por empresarios inteligentes.
Cuesta creer que existiendo mano de obra ociosa y recursos naturales en abundancia y baldíos, a nadie se le haya ocurrido relacionar estos factores entre sí.
Siquiera para evitar el bochorno de ver a nuestros jóvenes apiñados en las puertas de las embajadas para emigrar.
Muchas cosas deben ponerse en su lugar en Argentina.
Muchas ideas deben ser revisadas y otras tantas creencias expulsadas.
Me permito repetir aquí lo que he dicho en otras oportunidades: Que la mejor ley o el mejor sistema, en manos de gente deshonesta, funcionará mal y la peor ley o el peor sistema, en manos de gente decente, puede funcionar bien.
En cuanto a los proyectos concretos, es necesario proponer una reforma constitucional que invalide el pacto Alfonsín-Menem, que ha hecho de nuestro país una república corporativa.
Me parece vital promover ese objetivo en el más corto plazo posible.
Y por supuesto, el tema de la eliminación de las listas sábanas y su reemplazo por un régimen de representación adecuado.
Otro objetivo -para más adelante y cuando los ánimos se encuentren más calmados- es establecer un tribunal técnico-jurídico de notables que determine con serenidad "qué pasó" verdaderamente en la Argentina en las últimas décadas.
Cómo se gestó este "vaciamiento de país" y quiénes son los verdaderos responsables.
Y por supuesto, intentar reparar el latrocinio sufrido.
Es cierto que los dólares estarán probablemente en Suiza o en las islas Cayman, pero aquí quedan sus bienes inmuebles.
Los culpables deben responder.
Todo esto que decimos es desordenado, porque el cúmulo de los problemas actuales es enorme.
Tal vez el más elemental que debiera señalarse es que quienes nos gobiernan no saben qué es gobernar.
No saben en realidad para qué están.
No quieren pensar siquiera que si cobran sus dietas, si gozan de sus privilegios, es para que desarrollen su vocación de servicio y no para conchabarse en un trabajo.
No es un trabajo, en sustancia, la función pública, sino un honor.
Cuentan que Teresa de Avila decía: "que no nos gobiernen los sabios ni aún los santos.
Que nos gobiernen los prudentes".
Prudente es el gobernante que se sabe rodear de los mejores y más capaces y no sólo de amigos y correligionarios.
Como decíamos, está naciendo efectivamente una Segunda República Argentina, como una marea incontenible.
Como un himno nuevo que sucede al de aquella república nacida un 25 de mayo lejano.
Por eso, reiteramos que queremos ser los primeros en saludarla, diciendo: "Al gran pueblo argentino, salud!"
Un abrazo a todos mis conciudadanos.
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Todo el país
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¡AL GRAN PUEBLO ARGENTINO, SALUD!
"Que no nos gobiernen los sabios, que nos gobiernen los prudentes"
"Antes que nada, debemos poner la gente a trabajar"
"Antes que nada, debemos poner la gente a trabajar"
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