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La Vuelta a los Valores Esenciales

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"...[Pretendemos] hacer concientes aquellos valores esenciales, brindando los medios para que cada consorcio se parezca a una comunidad. Debemos ser capaces de remontar años de indiferencia e incomunicación..."


(Artículo publicado Originariamente en el Número 0 de Hogar & Consorcio)



Esta revista está destinada a la Comunidad Consorcial.
A quienes viven o trabajan juntos ocupando los mismos espacios y respirando el mismo aire en ese pequeño mundo que son los edificios de propiedad horizontal, más allá del hecho de que sean propietarios o inquilinos, administradores o encargados.


Esto último carece, en realidad, de importancia frente al hecho sencillo de que son personas: familias o individuos que comparten, sin saberlo del todo, una misma tarea: la de luchar día a día con las dificultades cotidianas.
Se trata de superar el frío esquema del encuadre legal, que separa a la gente en categorías odiosas, hacia el cultivo de los valores esenciales de la comunidad humana: la solidaridad y la colaboración, el respeto y la tolerancia.


Sí, porque ante todo, no se trata de que sean dueños o inquilinos, administradores o empleados, sino de que son personas.
Personas a las que, lamentablemente y por lo general, no las unen lazos cordiales.
Que se pelean en las asambleas o que no participan.
Seres aislados unos de otros porque sencillamente, no se conocen.
Esta revista pretende hacer concientes aquellos valores, brindando los medios para que cada consorcio se parezca, en la medida de lo posible, a una comunidad.
Al final de cuentas, aún en las familias existen desuniones y reyertas.


Debemos ser capaces de superar años de indiferencia e incomunicación, aceptando el desafío de remontar la soledad, descubriendo los frutos magníficos y útiles de la colaboración mutua.
El ser humano nace como el más desprotegido de los seres vivientes.
Sólo actuando en grupo ha podido vencer a las fieras y a los elementos.
Dándonos cuenta de la importancia que encierra esta verdad casi de perogrullo, comprenderemos el valor y la utilidad de mirarnos unos a otros, de ahora en más, con otros ojos.
Porque pese a las diferencias que separan a los seres humanos -algunas aparentemente insalvables- casi todos los problemas que nos aquejan en la intimidad, son fundamentalmente los mismos: Detrás de todo aquello que perseguimos en la vida, detrás de la multitud de cosas por las que corremos diariamente como locos, sólo existen en definitiva unas pocas necesidades reales: sentirnos bien, tener los medios que nos permitan gozar de cierta estabilidad económica, vivir en paz con nosotros mismos y con los demás, querer y que nos quieran.

Los argentinos hoy, con el nuevo milenio, debemos aprender muchas cosas.
No sólo a "aggiornarnos" para sobrellevar la marea de cambios tecnológicos que nos invaden, sino descubrir aquello que era capaz de encender de pasión las vidas de nuestros antepasados que hicieron este país: descubrir que la ética no es sólo una palabra o un concepto, sino una poderosa energía.
La única energía que es capaz de impregnar de sentido todo lo que hacemos.
La única cosa por la cual la vida resulta valiosa y digna de ser vivida.
Cuando leemos que el General Belgrano, por ejemplo, como tantos otros próceres, donaba sus sueldos para solventar las necesidades de la Patria, démonos cuenta que no se trata de un personaje de novela.
Fue efectivamente un hombre de carne y hueso, inflamado por aquella energía universal.


Pero ¿cómo remontar la corriente? ¿Por dónde empezar? Simplemente poniendo los pies sobre la tierra.
No hablar de oídas, no repetir lo que leemos sin reflexión alguna, ajustando nuestro pensar a la medida del sentido común.


Y sobre todo, alejarnos de las malas ondas, que el mundo no es una porquería, como dice el tango, sino lo que querramos hacer con él.
En esta revista pretendemos señalar que el Consorcio de la Propiedad Horizontal es una réplica en pequeño del país.
Y que si cada uno de los que viven o trabajan en él se propone imponer la ley ética, aunque sea en el reducido marco de su actuación cotidiana, todos los problemas comenzarán a superarse.
Porque toda verdadera solución, en cualquier campo que sea, siempre parte de nosotros mismos, del esfuerzo y la buena voluntad que podamos poner.
De la responsabilidad que seamos capaces de cargar sobre nuestras espaldas.

® Liga del Consorcista

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