Los argentinos hemos iniciado el siglo XXI con graves dificultades que provocaron salida de un gobierno antes de terminar su mandato.
Luego asistimos impávidos a un gobierno que no transfirió el mando a las nuevas autoridades, sino lo abandonó, provocando un disloque institucional.
Hoy los sufridos ciudadanos podemos visualizar la proximidad de un ajuste que angustia sobre todo a los que menos son escuchados: los jubilados.
Mientras el sector activo privado (o casi todo él) logra paritarias razonables y el sector activo público también logra aumentos con el agregado de nombramientos de cargos en progresión geométrica, como se puede leer en los boletines oficiales nacionales y locales ya desde hace bastante tiempo, la clase pasiva sufre en silencio.
No hace paros, no vocifera, no corta calles.
Mientras la ciudadanía toma conocimiento de bochornosos beneficios previsionales de privilegio, que desfachatadamente han comentado públicamente algunos de sus beneficiarios, una enorme mayoría ve con angustia que ha recibido en marzo un aumento de 5,71% y para junio un 5,69%, montos ínfimos ante los aumentos generales que potencian todos, sumándose ominosamente al más del 20% de aumento de la divisa extranjera que siempre ha sido el parámetro de medida de toda la sociedad argentina.
Realmente, es justo?
