Todos sabemos que la humanidad se enfrenta actualmente a un gran cambio, pero no siempre llegamos a comprender cabalmente su verdadera significación, es decir, el meollo de ese cambio.
Tenemos que saber que las grandes mutaciones siempre han sido provocadas por cambios tecnológicos.
Y en este caso, es necesario declarar que ha nacido en el mundo una nueva dimensión sobre la cual comienza a desplegarse la vida humana.
Queremos decir: una nueva extensión paralela a las tradicionales dimensiones tiempo y espacio.
Se trata de la dimensión virtual, que está cambiando todas las estructuras de convivencia sobre las que hasta hoy se ha organizado la humanidad y que traerá aparejado, necesariamente, la aparición de nuevas instituciones y el desplazamiento de otras que creíamos hasta hoy inconmovibles o fundamentales.
Probablemente es ese proceso de radical mutación el responsable del desorden que en todos los sectores presenta el mundo, hoy: la contienda entre los desposeídos y los ricos, la polarización de la humanidad en países desarrollados y en vías de desarrollo, el desempleo, etc., y en lo individual, fenómenos como el consumo de drogas, el aturdimiento de los sentidos y la violencia como motivaciones lúdicas, etc., etc.
En primer lugar, las organizaciones humanas van dependiendo cada día más de esa nueva dimensión sutil, que es el mundo de las computadoras y en consecuencia, se vuelven cada vez más frágiles.
Esto hace posible por ejemplo, que un niño sea capaz de paralizar el tránsito de una ciudad, provocar un apagón que jaquee a medio país o de interferir en las transacciones bancarias de cualquier persona, por sólo poner algunos ejemplos.
La capacidad de dañar es incalculable.
Poco a poco el poder en la sociedad se va trasladando de los estratos tradicionales de quienes "poseen" y "saben", a otro tipo de conocimiento, más mostrenco e impersonal, hecho de la imaginación individual y una habilidad especial para manejarse en un mundo de "bits".
Un mundo aparentemente carente de valores, pero también carente de hipocresía.
A la luz de esas nuevas condiciones está naciendo un nuevo ser humano.
Así como en su momento nació la manera de ser hombre llamada "caballero", cuando la asociación con el caballo ofreció a los varones nuevos límites para desarrollar su libertad y talento para la conquista del poder más allá de la potencia de sus propios brazos y piernas, la posibilidad de asociarse con una PC prohija la aparición de un nuevo arquetipo de guerrero, sumamente frágil, incorporando plenamente a la mujer.
Cada uno puede por las suyas intentar vislumbrar qué nuevos valores nacerán a partir de ahora.
Somos en el fondo, como las plantas, que luchan entre ellas por la luz.
Pero bien mirado, somos menos perfectos que las plantas, porque no sabemos por qué luchamos ni qué es, a ciencia cierta, lo que nos conviene.
Es decir, las plantas saben cabalmente que es la luz la fuente de sus vidas, mientras que el ser humano no sabe con total certeza qué es en definitiva aquello por lo cual vale la pena luchar.
En esa ciega búsqueda por lo que en cada época se ha considerado más importante se han venido haciendo las guerras en la historia: por la posesión de la tierra, por la posesión del dinero, del mercado o de los recursos naturales.
Pero a partir de la aparición de la informática, tal vez un nuevo objeto de conquista sea visto como vital: son los cerebros: los "hackers", por ahora imberbes delincuentes, pero que en el futuro quizás reclamen su lugar en la galería de personajes ejemplares de la historia, junto a los profetas, los líderes políticos relevantes y los científicos.
Debemos entonces estar preparados para crear toda una nueva batería de valores que sean capaces de movilizar nuestras energías morales, si queremos que la vida en este planeta siga siendo significativa y digna de ser vivida.
Este cambio en el que estamos inmersos nos compromete a todos y a cada uno.
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Nace una Nueva Cultura
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