A un habitante de este querido país le mataron a su único hijo, luego de secuestrarlo.
Tal vez no interese tanto quién o quiénes lo asesinaron.
Sí que ya no está y no es posible -de ninguna manera- recuperarlo.
Era joven.
No murió en la guerra de Malvinas, no fue un desaparecido de las tristes épocas de la represión, no murió de enfermedad alguna.
Lo mató la delincuencia que de manera aberrante se ha instalado en nuestra sociedad, aparentemente con la complicidad -por negligencia o coparticipación- de ciertos sectores.
Su muerte me duele como persona, como ciudadana y como madre.
No me interesa saber si era rico o pobre, rubio o moreno.
Si lo esperaba un gran futuro o no.
Era un chico nuestro, tal vez un poco de todos.
Su padre, el señor Blumberg, un hombre con cara de buen tipo, en medio de su dolor, decidió que su muerte no quede impune y que no vuelva a ocurrir algo así a ningún chico.
Lo hizo sin rencor, sin arengar al desafuero, a la destrucción o al desorden.
Dio un grito.
Clamó por justicia.
Con su cara cansada intentó movilizar a la gente y la gente lo acompañó.
AXEL, el chico muerto, no era el único.
La delincuencia, el gatillo fácil, el horror, había cobrado otras víctimas, otros chicos como él, aún cuando diferentes de él.
No obstante, desde algún ángulo, la miopía del rencor y la ceguera de la ignorancia quisieron opacar ese grito, cuestionando el perfil económico o político de la familia del muchacho.
Minimizaron el fondo de la cuestión, con mezquindad.
Desde estas páginas comparto el dolor de Blumberg y de todos los que han pasado por algo semejante.
Amo a mi país y lo quiero ver florecer en JUSTICIA, EDUCACION y TRABAJO.
Y por sobre todo QUIERO PAZ.
NO MAS MUERTES DEL HORROR.
NUNCA MAS.
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Un hombre llamado Juan Carlos Blumberg
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