Hace pocos días salió publicada una norma que me llamó la atención, por lo insólita.
No sabía si sonreír ante la misma, como se puede sonreír ante una broma, o entristecerme hasta las lágrimas.
Y es que todavía está demasiado reciente en la memoria colectiva el trágico choque de trenes en Once.
De qué norma se trata? De la ley 4487 de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo escueto texto dice lo siguiente:
“Artículo 1°.- lnstitúyese en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 22 de febrero de cada año como "Día de la Dignidad de los usuarios del tren".”
Desde el 22 de febrero de 2012 hasta la fecha (va a cumplirse un año desde la tragedia) los usuarios de tren continúan viajando en condiciones calamitosas, indignas y hasta podríamos decir inmorales.
La sociedad exige medidas inmediatas, concretas y urgentes, pero no pasa nada.
Al usuario de tren no le interesa en lo más mínimo las meras declaraciones, vacantes de toda utilidad práctica, sino antes bien quiere viajar dignamente.
No vale hacer de cuenta que se solucionan los problemas.
Hay que poner manos a la obra y no quedarse en discurseos.
Nuestros legisladores parece que olvidaron que el mero hecho de rotular situaciones no sirve realmente para nada, no aporta soluciones ni beneficia a la población.
Tampoco vale escudarse en cuestiones formales de jurisdicción, puesto que cuando se quiere, se concretan los acuerdos políticos del caso y las soluciones llegan.
Cada lector sabrá, en su fuero íntimo, si al conocer esta norma siente la necesidad de reír o llorar.
Hacer tamaña declaración cuando la gente continúa viajando en pésimas condiciones no parece nada más que una morbosa burla a la ciudadanía.