publicado el 5-12-2009
TELE-TERROR-MARKETING, (THE RING)
Suena el teléfono de mi casa, el pulso se me acelera, las pupilas se dilatan, empiezo a sentir sudores fríos que recorren mi espina dorsal. ¿Será ella?
Cuando el teléfono de mi morada zumba insistentemente, empiezo a sentirme como en la película aquella de “The ring”, y me imagino a la tele-operadora como la niña esa fantasmagórica, en camisón y peinada al revés; esto es, que la melena le cae por delante de la cara, una cosa muy rara y de poca estética infantil.
Servidor, que suele estar por su casa en íntima postura de holgura y confort, discreta música de fondo en un ambiente prudente y sensual, desinteresado de todo tipo de compra compulsiva. Ve rota la maravilla de su silencio, de soledades y placeres de bienestar, -hedonismo puro-, cuando la campana del teléfono hace el sonido inevitable, la señal acústica empieza su irritable polifónica resonancia. Alguien; al otro lado.
-Hola buenas tardes, le habla Sandra y le llamo de….
Inconscientemente y sin quererlo, se produce una negativa respuesta, falta de empatía y aversión. No por descortesía, sino por insuperable fóbica reacción, pánico escénico y anulación de las facultades de decisión y raciocinio elementales, me encuentro despojado de mi interioridad y mi deseo de ser cooperador necesario de compras compulsivas.
Uno, se va auto sugestionando hacia sus adentros. Y cree ver hasta “El aro”: efecto eclíptico de la luz entrando por la rendija de aquél siniestro pozo de la película. En mi pueblo, los pozos no tienen más misterio que una polea para trepar la cuerda y, una cubeta poliedra que hace su uso y servicio de subir las aguas del subsuelo.
Con esto de las nuevas tecnologías estamos atrapados y en manos ajenas, un poco como abandonados. Nos llaman por sorpresa y sin aviso aparente, abordando nuestra intimidad casi insultantemente, ofreciéndonos artículos y servicios de “menos por más”..., artículos de belleza milagrosa, de aparatos de gimnasia musculadores de ir por casa, de aparatos que alargan el pene, ¡que cosas! , de cursos que nadie acaba. Y, los menos, terminan por montar maquetas de trenes que antaño echaban humo. Cosa muy interesante esto de los trenes también.
Con esto de las nuevas tecnologías, igual, te pueden llamar de Madagascar que de Cuenca. A saber. También te puede llamar una máquina con una voz de sonido agudo y de roto metal, que sobrecoge todavía más haciendo más umbría la cosa. Y como es una máquina, tampoco le puedes replicar ni contestar palabra vana ni argumento replicatorio, corriendo el peligro de convertirte en un “insultador profesional”. Ya qué, el hombre, suele volver a su primitivo estado como cuando percibe el peligro real, intimidado y acotado.
Mi ansiedad se desborda y hasta empiezo a ver sombras y siluetas sombreadas y difusas, que igual, es la vecina de enfrente tendiendo la ropa, y la pobre mujer ajena a estos hechos, puede pensar que el morador colindante de su vecino tiene todo el juicio perdido.
El tele marketing es un poco tierra de nadie, veneno de publicidades provocadoras y agresivas, ofreciendo su mercadería a cambio de invadir nuestras intimidades, coaccionadas con insultante intrusión, llamando a todo Cristo sin criterio y sin ningún control.
Colgando el aparato antes de acabar exposiciones y formulaciones, casi todas aparentemente beneficiosas y provechosas. ¡ Y al final exploto! Y que no tengo más que decir ni ella más que saber, para volver a ser propietario de mi intimidad
Usuarios y clientes terminan rechazando la marca o los servicios ofrecidos, que es invertir los polos para revertir la indignación en la punta de mi lengua , obteniendo un resultado contrario al perseguido. De nulo convencimiento y convicción, para acabar en un folklore de insultos y malos modos recíprocos de: “ti para mí”y “tú más qué yo”. Estoy por llamarlos yo a ellos, ofreciéndoles saldos de mis humildes novelas, para sacarme de encima excedentes que no tienen mucha salida. ¡A quien hierro mata a hierro muere! No es venganza ni desquite de Talión, sino reclamar misericordia para encontrar la paz de mi identidad en mi propio hogar.
Y para colmo de los misterios más arcanos, me ofrecieran el video de la película. Ese, que cuando lo ves, tardas siete días en morirte.
- ¡Hola!, soy Sandra..., le ofrezco una colección de videos de....
- ¡Ande ya!
Menos spam o llámese tocar lo que no suena, sólo una regulación podrá parar esta barbarie que circula a través del misterioso cableado de nuestros teléfonos , como duendes que asustan y espantan ¡cuantas siestas nos habrán jodido!
Agencia de Protección de Datos… ilusa institución.
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Carlos Alberto Sánchez Rivera |
publicado el 30-11-2009
Interesante el artículo pero no creo conveniente poner permanentemente en evidencia el incumplimineto de las leyes, reglamentos y códigos al que estamos acostumbrados los argentinos. Los artículos "quejosos" y que apelan a la "buena voluntad" de las empresas comerciales o al "sentido común" de las mismas parecen ingenuos si no contraproducentes al mostrar lo inutil del accionar para la defensa de los derechos.
Vivamos en este hermoso caos (y absoluta libertad) sin quejarnos. YA NOS TOCARÁ A NOSOTROS LA OPORTUNIDAD DE HACER LO QUE NOS PLAZCA.
Si este país es hermoso es, en mi opinión, porque está por hacerse.
Saludos
publicado el 6-10-2009
simplemente excelente.basta de interrumpciones a cualquier hora,basta de manipulacion,basta de obligar a los empleados a mentir sobre lo que en realidad no brindan.gracias por el articulo.