El rápido crecimiento de las ciudades durante las últimas décadas ha creado problemas referidos al impacto urbano, y un alto déficit de servicios básicos e infraestructura.
La Ciudad de Buenos Aires, lamentablemente, no ha eludido esa contrariedad.
El desarrollo urbano y las actividades propias de aglomeraciones metropolitanas aportan cuotas de contaminación que impactan en distintas escalas, con diversos grados de importancia y temporalidad.
Dichos impactos afectan directamente la calidad de vida de los habitantes y contribuyen, adicionalmente, a cambios climáticos urbanos.
El impacto visual que se ha provocado en la ciudad significó la ruptura de la masa edificada convencional, produciendo un perfil urbano al menos paradójico.
En ciertas zonas también hubo impactos eólicos, en razón de la construcción de edificios de gran altura, produciendo un llamativo aumento de la velocidad del viento a nivel peatonal
Asimismo se ha provocado una disminución del asoleamiento de las calles, lo que influyó notablemente en la regulación del clima.
Estos impactos ambientales influencian claramente en el uso de los espacios urbanos adyacentes a dichos edificios y modifican las acciones y actividades culturales, comerciales, recreativas, etc., relacionadas con la vía pública.
El perfil urbano paradójico que mencionáramos antes, combinado con fuertes aceleraciones de viento en invierno y carencia de sombra en verano desalienta a los peatones a circular y produciendo una evidente fragmentación social.
Por otra parte, al aumentar la cantidad de edificios o aumentar su capacidad de alojamiento, surgen también mayores demandas de abastecimiento de agua, de conducción de desechos cloacales y pluviales, medios de transporte, centros de atención de la salud, escuelas, etc.
Lo cual no ha sido atendido.
Si bien gran parte de los problemas que afectan la movilidad, el medio ambiente, la convivencia, la productividad y el mantenimiento de la infraestructura urbana, se hallan asociados al comportamiento inadecuado de aquellos ciudadanos que actúan en el espacio público, privilegiando sus necesidades individuales en contrario del interés común, no escaparán a su responsabilidad los gobernantes de turno debido a su inercia en la planificación del crecimiento.
En Buenos Aires el Gobierno de la ciudad es el principal responsable por la inversión pública en salud primaria, educación básica, infraestructura urbana, vivienda y saneamiento.
Se halla, entonces, en deuda con la sociedad.