A estas alturas todos conocemos la historia de Julian Assagne: Un hacker informático australiano que, entre otras cosas, creó el sitio wikileaks.
Wikileaks, (del inglés leak, ‘fuga’, ‘goteo’, ‘filtración’) es una organización mediática internacional sin ánimo de lucro que publica a través de su sitio web informes anónimos y documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes.
Este sitio ha generado recientemente una serie de escandalosas repercusiones, a raíz de haber revelado una gran cantidad de documentos diplomáticos secretos, mayormente de Estados Unidos.
Su base incluye documentos de todas partes del mundo, incluyendo la Argentina.
No pretendo poner en tela de discusión la necesidad o no de mantener secretos por parte de los Estados, puesto que todos sabemos que hay muchas cuestiones que hacen a la seguridad nacional de cada país, pero creo que es importante reconocer que la documentación que ha salido a la luz gracias a este sitio no hace más que mostrar el cambio de rumbo que está teniendo la humanidad toda, hacia la transparencia.
Esa tendencia hacia la transparencia en las gestiones (ya sea en los Consorcios cuanto en los Estados), aparece con Internet, cuando cualquier persona, en cualquier parte del mundo, y en cualquier momento puede acceder a información a la que antes no se podía a menos que uno estuviera en el lugar indicado, en el momento adecuado… y generalmente conociera a la gente correcta.
Me hago eco de las palabras de Martín Varsavsky en su blog, cuando dice “aunque no termino de estar 100% de acuerdo con lo que está haciendo Assange porque creo que en el mundo de la diplomacia es importante que haya secretos, me disgusta la manera en la que las democracias occidentales están reaccionando hacia una persona a la que no se ha acusado oficialmente de ningún crimen.
Por eso creo que ahora es momento de ponernos de parte de Wikileaks y de la libertad de prensa”.
“Últimamente tengo la sensación de que en China se tienen que estar regocijando con la “invención de leyes retroactivas” que se está llevando a cabo en Occidente para conseguir meter a un hombre en la cárcel.
Si Assange fuera chino y estuviera promoviendo la transparencia en China, todos estarían haciendo cola para darle el premio Nobel.”
La cuestión destapada por wikileaks afecta a toda la ciudadanía, porque detrás del escándalo y la supuesta seguridad nacional que se pretende salvaguardar, están los derechos individuales de las personas.
El derecho a la libertad de expresión, el derecho a conocer cómo cada estado usa y abusa del dinero recaudado por los impuestos para –en muchos casos– promover intereses espurios que perjudican a la mayoría.
Esos también son derechos humanos inalienables, y hay que defenderlos a rajatabla de cualquier intento de socavación por parte de las autoridades públicas.
Esperemos que wikileaks sea el comienzo de una nueva etapa mundial de transparencia a nivel global, en todos los ámbitos.