Hace unos años un ex presidente uruguayo -en forma desaforada e indigna- dijo: "Los argentinos son una manga de ladrones, del primero hasta el último".
Un dirigente gremial argentino sugestivamente aseveró que "hay que dejar de robar por dos años" y que "en este país nadie hace la plata trabajando".
Tremendo, no?
Si nos atenemos a la gravedad de lo que se está investigando hoy en los tribunales federales nos queda preguntarnos ¿es así?, ¿es posible tanta obscenidad, tanto delito, tanta vergüenza?
Nuestros mandatarios han violado aviesamente los términos del mandato conferido por quienes los eligieron.
Una réplica a escala de esa violación de mandato la vemos en infinidad de consorcios de propiedad horizontal.
Los propietarios e inquilinos advierten sobreprecios, reparaciones facturadas pero no ejecutadas, gastos que se repiten con mendacidad en varias liquidaciones de expensas, aportes y contribuciones liquidados pero no depositados, etc.
El mandatario que desapodera al mandante de su patrimonio con el fin de procurarse una ganancia ilícita, lisa y llanamente roba, es un ladrón, sin perjuicio de una eventual calificación de estafador o de otra tipificación criminal.
También roba impunemente el comerciante que potencia sin razón real y auténtica alguna, el precio de los bienes o servicios que brinda.
Lo hace desapoderando ilícitamente al consumidor.
¿Estamos en un país de ladrones? NO.
Digo no en homenaje a todos los que trabajamos o estudiamos con celo y honestidad.
No somos todos ladrones.
Entiendo que el ejemplo es como la lluvia, que cae de arriba hacia abajo.
Esto resulta así en toda sociedad y en toda familia.
La ocasión no hace al ladrón, sólo lo descubre.
De tal circunstancia, el que no tiene arraigados códigos éticos ni morales ve que no hay ejemplos a seguir, que no hay controles eficaces, que la justicia no castiga al que delinque, que existen escapatorias procedimentales para evadir el cumplimiento de la ley, que todos intentan lucrar ilícitamente con el patrimonio ajeno, que todo vale........
Resulta hoy imperioso en nuestra querida REPÚBLICA ARGENTINA recuperar la dignidad con que supieron vivir casi todos nuestros mayores.
Se necesita una revolución ética.
De tal forma los administradores -públicos y privados- serán capaces de vivir sólo con el estipendio que reciben por su trabajo, sean honorarios en el caso de administradores de consorcios o sueldos en la esfera pública.
Con firmeza y sin claudicar, exijamos moralidad y probidad a nuestros mandatarios.