En mí opinión el momento histórico actual, a nivel mundial, no se asemeja a ningún otro.
La vida transcurre a una mayor velocidad, por lo que los acontecimientos, técnicas, invenciones y avances tecnológicos se presentan vertiginosamente día a día.
En los países altamente desarrollados, la comunidad se replantea asiduamente: ¿cual es el sentido de enseñar una tecnología nueva, si ha de caer rápidamente en desuso?
Debido a esto a lo largo de mis años de actividad profesional, me he preguntado varias veces: ¿porqué no sucede esto en nuestro país? ¿Es positivo que así ocurra?
Y me respondo: la tecnología, antigua o moderna, puede ser apropiada o inapropiada al medio al cual se la aplica.
Es apropiada si ofrece soluciones, e inapropiada cuando no lo logra; y no hará falta afirmar que la empleada hasta el momento aquí no ha ofrecido soluciones al déficit habitacional, a los costos y a la calidad de las obras; la que se desmejora día a día.
Tal vez mi opinión de lugar a una polémica, pero considero que el acontecimiento se inicia básicamente en los problemas macros y endémicos de nuestro país (políticos, sociales, económicos) que consecuentemente determinan el modelo de enseñanza que se imparte en la universidad.
Se ha hecho pública y cotidiana la discusión sobre la emigración de los profesionales y científicos del país, pero aún no nos hemos preguntado si han sido especializados para las necesidades propias o para las de otros ámbitos.
Y particularizando en el entorno de nuestra profesión, creo firmemente que no se terminan de abandonar esos antiguos métodos de enseñanza, seguramente válidos en el pasado.
Ese criterio cierra la posibilidad de crear un arquitecto nuevo que sepa adaptarse periódicamente a los cambios, los enfrente con seguridad; y sea capaz de improvisar y desafiar situaciones inesperadas como las que suceden en países en desarrollo como el nuestro.
Sin lugar a dudas me he sentido incluido en esa antigua estructura, y aún lo estoy.
Pero he pretendido modificarla y lo seguiré intentando.
La tecnología utilizada en la industria de la construcción se encuentra prácticamente detenida desde hace muchos años.
Siempre es la misma; aunque ustedes no sin razón me responderán que es la construcción la estuvo paralizada durante muchos años.
Es también cierto, ya que las vicisitudes que ha debido soportar la industria toda, especialmente en la década de los 90, no nos explica como todavía existen empresas sobrevivientes.
En contrapartida puedo afirmar que, si no hubiera acontecido esa inmovilización, tampoco hubieran existido demasiados profesionales que intentan llevar adelante los continuos cambios tecnológicos.
Tampoco es posible dejar de lado el entorno en el cual un arquitecto se desenvuelve, por lo cual no es del todo responsable de la situación.
Un arquitecto no podrá ser del todo un buen arquitecto, si el marco en el cual se desenvuelve y desarrolla no es propicio; y esa ha sido nuestra realidad.
Del libro La Calidad de una Obra, del Arq.
Enrique Viola.