El mundo –que para algunos está próximo a iniciar la tercera guerra mundial– experimenta cambios constantes, algunos vertiginosos. De carácter ambiental/climático, sanitario, social, económico, político y también tecnológico.
Es así que el uso de internet se ha convertido en algo imprescindible para estudiar, para trabajar, para comunicarse, casi pudiera decirse para vivir en estos tiempos. También se ha transformado en un medio con contenido político, dada la inmediatez en la llegada a la gente.
Hoy la información está prácticamente al alcance de casi todos.
Pero convengamos que no es lo mismo información que formación. No es lo mismo informar que formar.
La formación tiene que ver con lo humano, con estudiar, aprender y sobre todo comprender. Implica valorar el esfuerzo, el mérito de quien avanza a pesar de dificultades personales o económicas. La conquista de contenidos éticos debe ser impulsada desde todos los ámbitos, como medio para lograr convertirnos en mejores personas, con empatía hacia los demás.
También formarse para conocer el nuevo mundo tecnológico permite trabajar aplicando lo estudiado, dado que surgen fuentes laborales genuinas y bien remuneradas.
Darse cuenta que la tecnología ha dado mucho al ámbito laboral y comunicacional. Sin embargo también nos ha quitado.
Socialmente ha impedido a muchos hablar mirándose a los ojos, distinguir lo bueno de lo malo de las redes y de poder disfrutar de momentos sin ruidos ni imágenes.
En lo lingüístico nos ha quitado la letra ñ, los acentos y algunos signos de puntuación, exclamación o interrogación. De tal suerte debiéramos decir idioma castellano en lugar de español, porque habría que escribir “espaniol” en muchos contenidos tecnológicos.
Esa tecnología que fluidifica maravillosamente las comunicaciones ha permitido a muchos pregonar inclusión hablando mal, creyendo absurdamente que eso es ser inclusivo.
Fue entonces que la tecnología comunicacional, expandida y publicitada a diestra y siniestra, la que nos ha quitado reglas gramaticales seculares. El uso del genérico masculino, se ha reemplazado por la letra E o la letra X o la arroba @.
Se ha entendido que así resulta un idioma inclusivo y se pretende instalar una concepción política de esa forma de hablar y escribir. En realidad, los cambios en el lenguaje se producen de manera espontánea por el uso reiterado y aceptado de toda la comunidad, nunca se imponen por proselitismo político.
Personalmente creo que ser inclusivo es tener respeto absoluto por toda persona, más allá de sus capacidades diferentes, de su orientación sexual, respeto total por todo sexo no binario, por todo ser humano.
No es respetar declamar y pregonar el respeto, ni tampoco escribir transformando palabras que solas o en un contexto suenan falsas y equivocadas.
El respeto se manifiesta como acción efectiva, permanente y cotidiana. Está hecho de ayuda, comprensión, aceptación y empatía hacia el otro ser humano. Finalmente está hecho de educación y más educación. Y fundamentalmente por brindar conductas ejemplares en todos los ámbitos.
Recordemos que el ejemplo se irradia desde arriba hacia abajo, como la lluvia que es bienhechora para la tierra que la recibe.
Confío que la tecnología y la política no sigan quitándonos, porque irremediable y silenciosamente van empobreciendo nuestra humanidad.
Relacionado:
Academia Argentina de Letras: El lenguaje inclusivo: Fundamentos de la Posición Académica.
Declaración de la Academia Nacional de Educación sobre el uso del lenguaje inclusivo.