Seguramente estás leyendo este texto desde tu casa. Tal vez desde tu celular en el balcón, o en un sofá. O desde tu computadora. Tal vez estás reclinado con una tableta.
Pero siempre desde tu casa.
Todos estamos padeciendo la incertidumbre. Necesitamos certezas sobre el día de mañana, tal vez nunca en forma más acuciante que en estos tiempos. Tratamos de no pensar en todo momento en la pandemia, en el coronavirus, en la cuarentena. Pero no podemos evitar pensar en ello mucho más tiempo del que resulta saludable.
Y cómo evitar la obsesión, acaso, cuando el mero hecho de estar constantemente en casa nos lo recuerda?
Cómo nos sentimos con esto que nos está pasando? Qué pasa por nuestras cabezas?
Miedo a la muerte? Miedo a la muerte de un ser querido? Todos los que hemos perdido a alguien que considerábamos fundamental para nuestra felicidad cotidiana sabemos que el miedo a perder un familiar conlleva una desolación interior sobrecogedora.
Entonces obedecemos. Al menos la mayoría de nosotros. Obedecemos y cumplimos la cuarentena. Por miedo. Un miedo que nos paraliza como individuos y como sociedad.
Cuando esto termine, seremos más considerados con el prójimo? Pensaremos un poco más en el otro? Obedeceremos las normas, o volveremos a nuestra tradicional y tristemente famosa viveza criolla?
Las grietas que tenemos en nuestra sociedad parecen desvanecerse por momentos. Opositores acérrimos trabajando de común acuerdo ante un enemigo en común que amenaza con devorarlo todo. Cuando esto termine, volverán a trabajar conjuntamente en beneficio de la sociedad? Que se hayan puesto de acuerdo los espectros políticos mayoritarios y muestren un frente común ha sido uno de los grandes logros de esta pandemia.
Muchos han comparado la situación que vivimos con una guerra. Y las guerras suelen aunar a los pueblos ante un enemigo exterior. Un enemigo que ataca a todos por igual, que nos hermana de alguna manera.
A lo largo de todos estos días, hemos advertido todo tipo de reacciones ante la cuarentena: Los que aprovechan para descansar, los que retoman pequeñas tareas cotidianas que han dejado de lado por falta de tiempo, los que desesperan ante la imposibilidad de salir, y los que tratan de completar todos esos pendientes que a través de los años dormían en una buhardilla mental, haciendo cursos de toda clase, gimnasia, yoga y una larga lista de actividades de lo más variadas. Todas juntas.
Otra vez, me pregunto, cómo nos sentimos con esto que nos está pasando? Aprenderemos? Continuaremos siendo los de siempre o seremos mejores como personas y como sociedades?
Nunca antes la humanidad vivió una pandemia tan generalizada que obligó a ciudades enteras en todo el mundo a acuartelarse, si bien hay quienes comparan estos tiempos con la Gripe Española de 1918 que mató a millones de personas. Se relaciona esta situación también con el SARS de comienzos del año 2000. Aprendimos algo? Nos preparamos mejor para esta situación? En el año 2015 Bill Gates dio una charla donde vaticinaba una pandemia, alguien lo escuchó?
Cuando se descubrió la cepa inicial del CoV se empezó a investigar una vacuna y cuando la situación global mejoró, simplemente se dejó de lado toda la investigación. Algún gobierno decidió continuarla aunque no tuviera prensa?
Y como individuos? En lo personal no me ha afectado mucho el encierro, ya que en general soy una persona que prefiere las tareas introspectivas. Pero he visto en amigos y conocidos el efecto anímico de estar confinados. No salir al cine, al teatro, a bailar, a comer afuera. Vivencian la cuarentena con tintes apocalípticos.
Será que los individuos aprenderemos más a vivir hacia adentro en lugar de vivir hacia afuera?
Otra cuestión es la económica. Servirá esta pandemia para agilizar ciertas reformas legislativas que deben producirse en el seno del Estado? Tendremos un Estado más eficiente? Tendremos verdaderos servidores públicos que gobiernen para todos y no sólo para los allegados partidarios? Tendremos relaciones laborales más flexibles sin la agobiante cartelización gremial?
Creo que éste es un momento histórico para replantearnos qué tipo de sociedad queremos ser y qué vamos a exigir a los políticos de ahora en más. Qué nos vamos a exigir a nosotros mismos, como ciudadanos, como vecinos, y finalmente como habitantes de un planeta que sobrevive y se defiende, pese a la tóxica presencia humana.