Se acercan las elecciones.
En los países “republicanos”, los candidatos suelen agruparse en torno a diferentes criterios para solucionar los problemas que hacen a la cosa pública y afectan a la ciudadanía.
En Argentina, por ejemplo, serían las diferentes metodologías que aplicaría cada candidato para solucionar los problemas básicos de inseguridad, tráfico de drogas, inflación, tributación justa y reforma política, entre otros.
Pero en Argentina, no ocurre eso.
Los candidatos se enfrentan a los votantes como ante una enorme platea, cada uno ostentando costosos y coloridos carteles sonrientes, como si fuesen verdaderos actores, y actúan una comedia que sólo ellos entienden y sólo a ellos interesa.
Más que debates, son algo así como tironeos por el poder.
Parecen jugadores de rugby manoteando la pelota, que en este caso, no es otra cosa que la gran “caja”, por llamar de algún modo al erario público.
Es lamentable, pero eso sienten los ciudadanos.
Por lo menos, aquellos que sólo saben trabajar y pagar impuestos y no están embanderados en algún grupo político esperando recibir puestos públicos, u otros beneficios.
Los consorcistas, por nuestra parte, desearíamos que se abra un debate acerca de un tema que consideramos vital para solucionar el perpetuo problema del injustificado aumento constante de expensas, y es el siguiente:
Se debe tomar conciencia que en las reuniones paritarias que celebran gremios y patronales en general, hay cosas que se pueden discutir, mientras que existen otras, que no se debieran discutir.
Ya lo hemos manifestado en varios medios de difusión: es lícito discutir las condiciones de trabajo, los horarios, los beneficios adicionales como premios, ropa de trabajo, franquicias por enfermedad, estudio o lo que fuere.
Incluso aumentos de sueldo graciables.
Pero no se deben discutir aumentos de sueldos que estén destinados a paliar el problema de la inflación.
Lo que se conoce como “inflación”, no es otra cosa que la pérdida del valor adquisitivo de la moneda, y eso no afecta a ningún trabajador de ningún gremio en particular, sino a los trabajadores de todos los gremios.
También a la clase pasiva, jubilados y pensionados.
A todos quienes se sustentan con un salario.
Ello es así, sencillamente porque se trata de un problema de debilidad de la moneda, del signo monetario.
Del valor del peso, que emite el Estado Nacional.
Por esa razón, es el Estado Nacional quien debe remediar el problema.
¿Cómo? Decretando aumentos generales a toda la población de asalariados, sean públicos como privados.
Si no se actúa de esa manera, si se permite que cada gremio negocie con los patronos una corrección monetaria particular para su sector, lo que se consigue es que los gremios fuertes, lograrán mayores aumentos de sueldos, dejando a la zaga a los gremios más débiles.
Y condenando a los jubilados y pensionados a recibir las migajas que, de cuando en cuando, el poder ejecutivo decida darles como si se tratara de una gracia especial.
Con ese sistema, se disloca groseramente el equilibrio económico de la producción y además, se condena a la clase pasiva a una pauperización que conduce a la indigencia lisa y llana.
Pero además, el problema se traduce en un factor nocivo para el propio gobierno.
Es una fuente inflacionaria artificial.
Porque hay empresas a las que le conviene dar aumentos a su personal, porque ello significa para ellas una carta blanca, una excusa para aumentar los precios de los productos o servicios que venden.
El caso más notorio, es el del supermercado.
Todos vamos al supermercado y lo sufrimos en nuestros bolsillos.
Siempre ocurre que las cajeras y repositores reciben los aumentos de sueldos pactados en las paritarias, pero los precios de las mercaderías en las góndolas suben en una proporción infinitamente mayor.
Ahora bien: respecto del sector de la propiedad horizontal, notemos que este sistema resulta muchísimo más injusto.
Porque en las demás paritarias, donde “la patronal” son empresas, a éstas les es fácil, cuando no redituable –según decíamos– otorgarles aumentos a su personal.
Pero a los consorcios les resulta sumamente penoso, porque en un consorcio no hay producción, ganancia ni objeto de ninguna naturaleza.
Son vecindarios, son edificios compartidos por familias integradas en su enorme mayoría por asalariados, estudiantes, jubilados, pensionados y trabajadores informales.
¿Quién sale ganando en este juego macabro? No nos corresponde a nosotros decirlo, pero sí, todos sabemos quiénes salen perdiendo: toda la población.
Dejar en manos de los gremios y corporaciones patronales la corrección monetaria del sueldo de los diferentes trabajadores es la principal fuente de inflación, y el error más grave de todos nuestros gobiernos.
Es hora de debatir el tema, ¡pero con argumentos, por favor, que es lo que más falta en la Argentina de hoy y sus circenses campañas proselitistas!
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